Solicitar un crédito puede ser un paso determinante para alcanzar metas personales o profesionales. Sin embargo, sin un respaldo sólido, las entidades financieras suelen poner condiciones estrictas.
El aval emerge entonces como una figura clave que otorga confianza y seguridad tanto al banco como al solicitante. A continuación, exploraremos en detalle cómo funciona este mecanismo y las implicaciones que conlleva.
Un aval es una persona física o moral que se compromete a responder por el pago de la deuda en caso de que el deudor principal no cumpla. Actúa como una garantía adicional que las entidades financieras exigen cuando el historial crediticio o la capacidad de pago del solicitante resulta insuficiente.
Su función principal es disminuir el riesgo de impago por parte del solicitante, ofreciendo al prestamista la certeza de recuperar el monto adeudado, incluyendo intereses y comisiones correspondientes.
Existen múltiples motivos por los que una entidad bancaria puede requerir un avalista antes de aprobar un crédito:
En muchos casos, contar con un avalista puede marcar la diferencia entre la aprobación y el rechazo de la solicitud.
Cualquier individuo mayor de edad con capacidad de pago del solicitante puede fungir como avalista. Lo ideal es que cuente con ingresos estables, propiedades libres de cargas y un historial crediticio favorable.
Si bien suelen ser familiares o amigos, no existe obligación de parentesco. Lo relevante es que la persona aporte la seguridad necesaria al banco, demostrando su solvencia y compromiso.
Antes de aceptar ser avalista, es fundamental conocer los requisitos que exige la mayoría de las instituciones financieras:
En algunos casos, el banco solicita escrituras de inmuebles o pólizas de seguro como respaldo adicional.
Existen diversas modalidades de aval según la naturaleza de la operación:
Es importante identificar el tipo de aval que se adapta mejor a tus necesidades y condiciones contractuales.
El procedimiento para incluir un aval en tu crédito implica varias etapas, tanto para el solicitante como para el avalista:
Tras cumplirse estos pasos, la entidad emite la aprobación definitiva y desembolsa los fondos correspondientes.
Asumir el rol de avalista conlleva responsabilidades significativas. En caso de impago, la responsabilidad es directa e inmediata y puede traducirse en:
– Pago de la totalidad de la deuda, incluidos intereses y gastos legales.
– Posible embargo de bienes para cubrir el monto pendiente.
– Reporte negativo en burós de crédito y deterioro de la reputación financiera.
De hecho, el 29.4% de la población mexicana ha experimentado problemas crediticios por haber avalado a un tercero, lo que evidencia la importancia de evaluar los riesgos.
No siempre es un requisito indispensable. La necesidad de aval depende del análisis de riesgo y del tipo de crédito solicitado. Para operaciones como hipotecas o para solicitantes sin historial, suele ser casi imprescindible. Sin embargo, exigir aval en créditos para jóvenes es una práctica creciente en muchas entidades.
En créditos personales con respaldo económico sólido, el aval puede no ser requerido.
El avalista tiene derechos y deberes que es esencial conocer:
– Derecho a ser informado sobre el estado de la deuda y condiciones de pago.
– Obligación de cubrir cualquier impago y asumir consecuencias legales.
– Facultad de exigir al deudor principal el reembolso de lo cubierto.
Solicitar la cancelación del aval ante el banco es posible, pero depende de la aprobación de la institución y del comportamiento crediticio.
Para tomar una decisión informada, sigue estas recomendaciones:
– Analiza la capacidad real de pago del solicitante y la relación de confianza existente.
– Verifica el monto total, plazos y posibles penalizaciones por impago.
– Revisa detenidamente las cláusulas contractuales y consulta asesoría legal si es necesario.
Una comunicación clara y transparente favorece acuerdos sólidos y evita malentendidos.
Si no quieres asumir riesgos como avalista, considera otras opciones de garantía:
– Presentar propiedades como garantía real.
– Contratar seguros de crédito o fianzas bancarias.
– Utilizar instrumentos de garantía alternativos ofrecidos por la entidad.
En 2024, el uso del aval sigue siendo esencial para muchos segmentos: jóvenes, emprendedores y personas sin historial crediticio. Las entidades financieras ajustan sus políticas y elevan estándares de solvencia, lo que destaca la importancia de preparar bien el perfil de ambos, solicitante y avalista.
Conocer la regulación local y las tendencias del mercado te permitirá negociar condiciones más favorables y evitar sorpresas durante el proceso.
Aval: persona o entidad que responde por el pago de una deuda ajena.
Avalista: quien asume la garantía y obligaciones derivadas del aval.
Avalado: beneficiario del crédito que recibe el respaldo.
Solvencia: capacidad económica y financiera para cubrir obligaciones.
Historial crediticio: registro de comportamientos de pago en burós.
Embargo: medida legal de retención de bienes para saldar deudas.
Referencias